El Café Gijón, a las 5 de la tarde en invierno no es el mejor lugar para grabar una entrevista. En la calle llovía y hacía viento. En el interior, el humo llenaba de nubes la atmósfera y las conversaciones producían un ruido de tempestad. Ramón Buenaventura no se quejó.
¿Cómo se puede ser tan humano, modesto e interesante sin irradiar ego? Su rostro vivido, sus canas recogidas en una coleta, su voz con ese acento de los que no tienen acento servirían para ilustrar la imagen de un intelectual. Sustantivo denostado por quienes sin pudor se autoadjetivan con él. Pero Ramón es un intelectual. Todavía quedan algunos de verdad.
Las preguntas de esta entrevista se han quedado viejas, pero la metafísica que sostienen las respuestas no tienen fecha de caducidad.
Entrevista con Ramón Buenaventura
No hay comentarios:
Publicar un comentario